martes, 20 de marzo de 2012

Nadie jode.

La carta se llenó de sellos de aquí y de allá; el rock es ruido y Agorazein es luces colgantes en el azul escarlata. Ya no guardo imágenes, ni estados anímicos, ni el picor de corazón.

sábado, 10 de marzo de 2012

Vainilla

Era mi único oficio mirarla, no lo niego. Los viajes en tren se habían convertido en un placer demasiado efímero desde empecé a compartir vagón con ella, con Vainilla. Por supuesto, éste no era su verdadero nombre y tampoco quería yo conocerlo; era la designación de ser a esa olor dulzona que dejaba en el aire, en el viento. Nunca fui cobarde mas tampoco me atreví a dirigirle la palabra, pues hasta sus ojos verdes me sumían en un estado de embriaguez que nunca más volví a experimentar, deplorable, patético. ¿Chica de mis sueños? No, dulce locura de mis sentidos; deseo platónico incontrolable.

Aquel día estaba más preciosa que nunca, sus labios eran más exultantes cuando el carmín los recubría. Un escalofrío me asaltó y yo sabía que aquello se asemejaba más a una señal que a una reacción fisiológica así que tracé un plan; pedí al encargado de verificar los tickets que en lugar de un simple garabato escribiera una fecha, una hora y un lugar: y así lo hizo.

Todo el mundo piensa que es necesaria la presencia de dos personas para que se pueda hablar de cita, no podía calificar entonces a este fortuito hecho de tal cosa, pues Vainilla no acudiría y yo estaba mentalizado de ello. Fui un manojo de nervios todo el día, mi estómago parecía estar centrifugando como una lavadora y poco a poco incluso empecé a pensar nos encontraríamos. Llegué al lugar 15 minutos antes de la hora prevista y como era de esperar, ella no estaba. Los minutos pasaban lentos, muy lentos y yo ya estaba convencido de que no vendría pero cuando ya me disponía a irme, un olor familiar comenzó a flirtear con mi nariz, había venido. ¿El final de la historia? Un dulce beso con esencia de Vainilla.