miércoles, 21 de septiembre de 2011

Noches de verano.

                

Qué puta mierda de noche; cada año los moros y cristianos llegan antes. Encima está ese mosquito, el cual da vueltas a mi alrededor como si yo fuese carroña y él un buitre africano. No me importa que me piques pero no zumbes pedazo cabrón. No se decide, seguramente será un mosquito templario; sólo zumba por joder.

Enciendo el ordenador para introducirme en esa maravillosa autopista  del contenido erótico-pornográfico, hay quiénes lo utilizan para estudiar pero no es el caso, llamada Internet. Empiezo con la categoría amateur, pero me da la sensación de que estas niñas son demasiado amateurs. Luego pruebo con el hentai, pero nada; demasiado guión y yo no entiendo el japonés. Le toca el turno al anal, el anal siempre suele funcionar, pero esto es publicidad engañosa; si se la meten por el coño  pero no se miran a los ojos se está haciendo un perrito no un anal. Mi último recurso; las lesbianas, pero nada. Noto que me falta algo.

Apago el ordenador y con la picha dolorida vuelvo a la cama. No tendré más remedio que cascarmela pensando en ti.

218

Un día, una mañana, sales disparado de la cama sin tener ni idea de que acabas de adentrarte en el laberinto sin salida de la vida. Si además la situación en la que te encuentras no es la más idónea, pasas segundos, minutos, horas... deseando que tu cuerpo nunca se hubiese separado de aquellas sábanas, y que todo gire rápido y sin pausa como en una noria. Pero ese día no tienes tampoco ni idea de que si juegas al azar, aunque tu canción favorita de Vetusta no sea Copenhage, puedes tener la combinación ganadora entre manos, y que lo que empieza siendo un impulso efímero puede convertirse en un "no te vayas nunca".

Tengo miedo al futuro a ratos: a que se consuma ese cigarro que apenas roza tus labios pero ya arde de forma incandescente y a que Kutxi no quiera que me quede a tu lado y no pongamos mantel alguno. Aunque en realidad el presente huele casi tan bien como mi nuevo gel de baño, y me das tantos besos que a veces pienso que pronto voy a tener que buscar unos labios de repuesto, para cuando solo sienta el hormigueo que precede al roce que no cesa.

Mira esas luces de neón. Sí, es un número, y está ahí para decirnos cual es nuestro sitio. Igual que el faro al que no llegamos, y ni falta que hizo, porque lo importante no era llegar sino el trayecto. Solo pienso en él, en caminar  por el desierto que no lleva a ninguna parte, que no tiene final.

¿Qué he sacado algo en claro de todo esto? Que no hay mal que por bien no venga y que te quiero. Eso último tatuátelo donde pueda morderlo después.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Ramera

Mi estrella es una grandísima ramera,
aunque lo invisible no lo compre el dinero,
la sífilis acecha en cada madrugada
que viajo lejos
por la carretera que lleva al incendio de mi puta existencia.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Siempre a contracorriente.

-¿Qué opinas sobre lo ocurrido?
-Nada, en realidad no sé qué pensar. Simplemente hablo de manera automática, pero en el fondo me es todo indiferente. A veces pienso incluso que tenía que pasar y que me estoy divirtiendo como un niño con un juguete nuevo.
-Estás loco, de verdad. Todavía no he podido adivinar el rumbo del viento que sopla en tu interior. Eres especial, único.
-No creo que sea para tanto. Me dejo el cuerpo muerto y que el azar decida por mí. Es cuestión de tomar decisiones sin recapacitar; lanzarse al arrollo y nadar. Siempre a contracorriente.
-Ve allá fuera. Somete a esos Don Nadies.

Daniel.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Cuentos para la pequeña Karenina.

La puerta del Kulak se abre torpemente debido a la escarcha provocada por la nevada, para dejar paso a la figura del soldado SS Dimitrovfenlevin, y a la pequeña Karenina que cobijada entre las piernas del soldado mira el paisaje. La interrupción del canto de los pájaros hace que ambos miren confusos al cielo, Levin neutraliza su instinto de lanzarse al suelo por medio de la razón, y por el hecho de que la pequeña le observa. El avión que les sobrevuela está a una altura demasiado elevada para suponer una amenaza, además el ruido de los motores delata al aparato como un Junkers- 88, seguramente en misión de reconocimiento, la decadente aldea rusa escondida en lo profundo del bosque no es un objetivo por el cual valga la pena arriesgarse a quedar estrellado, ni para la aviación nazi ni para la soviética. El soldado de la SS mira a la pequeña Karenina esbozando una  mueca de complicidad: “¿Vamos?”, “Sí”, contesta la pequeña.
-¡ A dios señor Montekarlf !- grita Karenina desde la puerta del kulak hacia el interior de está.
-Niña – le replica el SS-  ¿A qué viene ese alarido? ¿No sabes que los ronquidos son un indicio que indican sueño?
-Pero hiwi ya es de día y el señor Montekarlf se ha portado muy bien con nosotros.
-Ya lo sé, y es muy considerada de tu parte querer darle las gracias, pero cuando uno está borracho no necesita que le grite una niña de ocho años. Bastante tiene con la resaca que se pilló anoche bebiendo wiskie de garrafón
El hiwi de la SS ofrece su mano enguantada de negro cuero a la pequeña nativa, y ambos inician su recorrido.  La escarcha que cubre la tierra crea una superficie sólida que impide que las botas de piel de conejo del SS y la pequeña Karenina se hundan en el barro. Mientras avanzan Karenina golpea con sus manoplas las orejeras de su gorro de oveja estilo cosaco; en contraste el soldado avanza iracundo, excepto por el fusil de precisión tipo máuser que lleva colgado al hombro y las correas de cuero negro que atraviesan su pecho, nadie diría que pertenece a los ejércitos que han conquistado la totalidad de Europa. Su aspecto artificialmente voluminoso provocado por el abrigo ruso que lleva debajo del blusón mimético, y la sustitución de su casco de acero por varios pañuelos de colores estilo gitano distan mucho de darle un aire marcial. Aun así a pesar del frio, de encontrarse perdido de su unidad y de tener bajo su responsabilidad a una niña traviesa y preguntona es la primera vez  que disfruta del paisaje ruso. Habiéndose acostumbrado a las  interminables estepas repletas de columnas blindadas y pueblos en ruinas, el paisaje presente le resulte difícil de  concebir.

Hombre y niña caminan por una pequeña cañada, la cual atraviesa el pequeño bosque de pinos y árboles de hoja caducifolia donde han pasado la noche. El SS y la niña observan los kulaks abandonados que hay a ambos lados del camino, son pocos y toscos pero hacen lo que niegan los fuertes, salvar la vida a los hombres. Los rayos del sol se deslizan furtivos entre los huecos de las copas de los árboles, como si fuesen peces que no temen a la red del pescador, para acariciar a estas lúgubres casas. Refugio de cazadores y guardabosques, que al igual que las abuelas solamente reciben la visita de su prole ingrata cuando esta se ve necesitada de favores.
Karenina se ha cansado de juguetear con las orejeras del sombrero y finge interés por la absurda complejidad del mundo adulto , pregunta a su hiwi.
-¿Por qué se os emborracháis los hombres?
-Porque somos de naturaleza cobarde y solamente así somos capaces de decir aquello que sentimos.
-Entonces, ¿estar borracho es bueno?
-Depende del alcohol con el cual te emborraches.-  el SS se detiene delante de la última cabaña del linde de la cañada, su madera esta terriblemente carcomida por el frio y las termitas, y  su techo de paja ha adoptado  un color marrón debido a la humedad, la cual también es responsable que se éste hundiendo hacia el interior del kulak- Es aquí.
-¿Cómo lo sabes?
-No puede ser en otra parte. Aquí guarda el trineo con los perros- el SS saca de una de sus cartucheras de munición una tosca llave de cobre, la introduce en la cerradura y no es hasta el sexto golpe cuando por fin desiste está en su defensa ante asedio.  La luz de  sol muestra a cuatro animales cobijados entre ellos buscando darse calor mutuamente. Ninguno ladra, las criaturas cuando tienen miedo callan y dejan que sean los acontecimientos quienes decidan si ladrar o morder.
El SS retira la paja podrida que se ha hundido sobre las jaulas en las cuales duermen los perros, convirtiendo de está manera su hogar en prisión. La mirada de los cuatro animales le siguen mientras realiza la incómoda labor. Karenina quiere acariciar a los perros pero su hiwi le espeta al respecto: “todavía no saben que somos amigos”. La desobediente criatura calla; al igual que los animales los niños también intuyen cuando deben hacerlo.


El SS prepara el trineo como buenamente puede, a pesar de su inexperiencia con los trineos el retraso se debe más por la falta de orden y la localización de los materiales de trabajo que por su ineficacia. Uno de los perros está tumbado delante de la puerta del Kulak donde casi muere, los otros tres aún no se atreven a salir.
La pequeña Karenina sale corriendo del Kulak, y detrás de ella se escucha el ladrido de los haskies que permanecen en el interior. La niña pasa por delante de la perra guía, pero esta no le hace nada, pues la asocia como la cachorro de quién la ha liberado, y entre animales es de mala educación matar a los hijos si no hay hambre.
-¿Capullo de aleli se puede saber a qué juegas?
- Mira lo que había en la cabaña de los perros hiwi- Karenina le muestra un plato de madera medio vació con leche.
-No fastidies niña tu escaramuza ha hecho que te manches el abrigo- el SS se quita uno de los pañuelos que envuelven su cabeza y limpia la mancha a Karenina, mientras realiza la acción le espeta- Dame eso, esta leche no te la puedes beber.
-¿Por qué no?
-Pues porque ha pasado la noche con los perros y seguramente estará meada. Además es de los perros y no tuya.
- ¡Pero yo quiero!
- No puedes coger aquello que quieres y no te pertenece, ¿conoces la historia del chacal que cruzó el desierto?- Karenina mira al SS, omite sus ganas de llorar ante la perdida del preciado manjar  y con la cabeza dice que no. El SS se sienta en el trineo y a la niña sobre sus rodillas y así comienza a narrar:

Cuando el tiempo aún se medía mediante la posición del Sol y el calendario tenía otros nombres; un chacal tomó la decisión del pueblo hebreo, cruzar el desierto en busca de la tierra prometida. El astuto animal utilizó, a modo de estrella de Belén particular, una caravana de beduinos. Seguir su marcha le ayudaría a atravesar el vasto desierto, pero debía de tener cuidado. El chacal tenía que mantener las distancias para que no le cazasen; y por las noches vigilar el campamento que los beduinos montaban, durmiendo a intervalos cortos de tiempo. Despertar una mañana y encontrar el sitio del campamento vacío significaba una muerte segura.
Transcurrido un largo e incómodo periodo de tiempo, el chacal por fin consiguió cruzar el desierto. La caravana de beduinos le había llevado hasta una tierra como jamás podría imaginar: un fértil valle con montañas en el horizonte, de las cuales manaba un río, el cual alimentaba a la vegetación del bosque.
El chacal fue feliz en esta nueva tierra, habitada por otros muchos animales como el antílope, el búho, el rinoceronte y el jabalí, pero al que más apreció era al cuervo. Marginado y solitario por naturaleza, hizo migas con él, y el cuervo le mostró donde podía encontrar la madriguera del conejo, la ardilla o del erizo.
Pasó una semana y el chacal, que no estaba acostumbrado a dormir entre tanta abundancia, empezó a volverse caprichoso con la comida. Deseaba algo más grande que huevos de golondrina y pequeños mamíferos. Una mañana rastreando el bosque encontró a un cachorro de león que apenas había empezado a ver. El chacal se abalanzó sobre el indefenso cachorro, le mató y en lo más profundo del bosque le devoró.
Una tarde sombreada, con los rayos del Sol tiñéndose de naranja, el chacal fue a beber en su charca favorita del bosque. No llego a probar trago, pues de entre los matorrales surgió un león. El chacal dio media vuelta e intentó huir, pero una leona se le abalanzó y empezó a devorarlo en vida. Desde lo alto de un árbol el cuervo contemplo la escena y grito: “no eres el único animal que vive en el bosque; deberías haber aprendido a convivir con nosotros antes de abandonar tu tierra”.
-Y así acabo el pobre chacal Karenina – subrayo el SS ante la mirada atónita de la criatura- ,no puedes llegar a un sitio nuevo y violar el orden establecido por quienes esteban antes que tú. Esta leche pertenece a los perros que van a arrastrar el trineo donde iremos nosotros. ¿Comprendes?
-Si hiwi.
La niña saltó de las rodillas del SS para ir a jugar con la perra guía. El SS se llevó el cuenco de leche a la nariz y la olio. “Vaya injusticia”, pensó, “la niña sin leche y éstos cabrones meándose en ella”.
                               

                                           FIN
Pepe Aledo Diz

domingo, 4 de septiembre de 2011

Nada que decir.

Vuestras bocas expectantes de una de mis genialidades en 3,2,1... pero no tengo nada que decir, y mucho menos repertorio como para marcarme un tocho de alucine. Ayer le compraron a la hermanita de Pepe una camiseta de Buzz Lightyear que tenía un encanto especial debido a los marcianos estampados que había impresos. Recordé el gancho, el Pizza Planet y las tardes lluviosas de videoclub allá por el 97. Ha llovido tanto desde entonces... ahora todo es demasiado complicado, siempre buscándole tres pies al gato, creando películas mentales que poco de comedia tienen.
Me pasó el puto día delante de la pantalla del ordenador, con las teclas entre los dedos y sus entendibles quejas por no dejar de ser golpeadas por unos aburridos quintillizos. No tengo cuerpo para absolutamente nada, en serio. Ayer me fui a hacer footing a un maldito barrizal bajo la lluvia, aunque reconozco que fue una experiencia reconfortante y que necesitaba uno de esos pequeños retos simplemente por el gusto de ponerme a prueba. Luego lo típico: cachimba, gin tonics, birras y kebab. Llevé el disfrute de todo ello al límite, lo prometo. Nada de borracheras tontas ni resacas innecesarias. Cuando el cuerpo empezó a flojear me tiré en la cama y me sentí como una marmota; agusto y con entereza, eso sí. Reconozco que me adentré un poco en el laberinto que intento eludir, pero mi mente está enferma, y oye, también hay que dar un poco de rienda suelta a nuestra locura, aunque sea por el simple hecho de conocernos más a nosotros mismos. Y nada más. Lo que veo a día de hoy cada vez que me miro al espejo es el reflejo de mi pasado, y mi pasado es eso: algún que otro concierto, viernes de recording y quinceañeras agregándome a tuenti. Buenos tiempos esos, sí señor. Se avecina un concierto para esta semana que me tiene el ego a flor de piel y creo que los días de no pensar y diversión incontrolada están aquí de nuevo.

Pd: Se acabó.