domingo, 4 de septiembre de 2011

Nada que decir.

Vuestras bocas expectantes de una de mis genialidades en 3,2,1... pero no tengo nada que decir, y mucho menos repertorio como para marcarme un tocho de alucine. Ayer le compraron a la hermanita de Pepe una camiseta de Buzz Lightyear que tenía un encanto especial debido a los marcianos estampados que había impresos. Recordé el gancho, el Pizza Planet y las tardes lluviosas de videoclub allá por el 97. Ha llovido tanto desde entonces... ahora todo es demasiado complicado, siempre buscándole tres pies al gato, creando películas mentales que poco de comedia tienen.
Me pasó el puto día delante de la pantalla del ordenador, con las teclas entre los dedos y sus entendibles quejas por no dejar de ser golpeadas por unos aburridos quintillizos. No tengo cuerpo para absolutamente nada, en serio. Ayer me fui a hacer footing a un maldito barrizal bajo la lluvia, aunque reconozco que fue una experiencia reconfortante y que necesitaba uno de esos pequeños retos simplemente por el gusto de ponerme a prueba. Luego lo típico: cachimba, gin tonics, birras y kebab. Llevé el disfrute de todo ello al límite, lo prometo. Nada de borracheras tontas ni resacas innecesarias. Cuando el cuerpo empezó a flojear me tiré en la cama y me sentí como una marmota; agusto y con entereza, eso sí. Reconozco que me adentré un poco en el laberinto que intento eludir, pero mi mente está enferma, y oye, también hay que dar un poco de rienda suelta a nuestra locura, aunque sea por el simple hecho de conocernos más a nosotros mismos. Y nada más. Lo que veo a día de hoy cada vez que me miro al espejo es el reflejo de mi pasado, y mi pasado es eso: algún que otro concierto, viernes de recording y quinceañeras agregándome a tuenti. Buenos tiempos esos, sí señor. Se avecina un concierto para esta semana que me tiene el ego a flor de piel y creo que los días de no pensar y diversión incontrolada están aquí de nuevo.

Pd: Se acabó.

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