lunes, 5 de septiembre de 2011

Cuentos para la pequeña Karenina.

La puerta del Kulak se abre torpemente debido a la escarcha provocada por la nevada, para dejar paso a la figura del soldado SS Dimitrovfenlevin, y a la pequeña Karenina que cobijada entre las piernas del soldado mira el paisaje. La interrupción del canto de los pájaros hace que ambos miren confusos al cielo, Levin neutraliza su instinto de lanzarse al suelo por medio de la razón, y por el hecho de que la pequeña le observa. El avión que les sobrevuela está a una altura demasiado elevada para suponer una amenaza, además el ruido de los motores delata al aparato como un Junkers- 88, seguramente en misión de reconocimiento, la decadente aldea rusa escondida en lo profundo del bosque no es un objetivo por el cual valga la pena arriesgarse a quedar estrellado, ni para la aviación nazi ni para la soviética. El soldado de la SS mira a la pequeña Karenina esbozando una  mueca de complicidad: “¿Vamos?”, “Sí”, contesta la pequeña.
-¡ A dios señor Montekarlf !- grita Karenina desde la puerta del kulak hacia el interior de está.
-Niña – le replica el SS-  ¿A qué viene ese alarido? ¿No sabes que los ronquidos son un indicio que indican sueño?
-Pero hiwi ya es de día y el señor Montekarlf se ha portado muy bien con nosotros.
-Ya lo sé, y es muy considerada de tu parte querer darle las gracias, pero cuando uno está borracho no necesita que le grite una niña de ocho años. Bastante tiene con la resaca que se pilló anoche bebiendo wiskie de garrafón
El hiwi de la SS ofrece su mano enguantada de negro cuero a la pequeña nativa, y ambos inician su recorrido.  La escarcha que cubre la tierra crea una superficie sólida que impide que las botas de piel de conejo del SS y la pequeña Karenina se hundan en el barro. Mientras avanzan Karenina golpea con sus manoplas las orejeras de su gorro de oveja estilo cosaco; en contraste el soldado avanza iracundo, excepto por el fusil de precisión tipo máuser que lleva colgado al hombro y las correas de cuero negro que atraviesan su pecho, nadie diría que pertenece a los ejércitos que han conquistado la totalidad de Europa. Su aspecto artificialmente voluminoso provocado por el abrigo ruso que lleva debajo del blusón mimético, y la sustitución de su casco de acero por varios pañuelos de colores estilo gitano distan mucho de darle un aire marcial. Aun así a pesar del frio, de encontrarse perdido de su unidad y de tener bajo su responsabilidad a una niña traviesa y preguntona es la primera vez  que disfruta del paisaje ruso. Habiéndose acostumbrado a las  interminables estepas repletas de columnas blindadas y pueblos en ruinas, el paisaje presente le resulte difícil de  concebir.

Hombre y niña caminan por una pequeña cañada, la cual atraviesa el pequeño bosque de pinos y árboles de hoja caducifolia donde han pasado la noche. El SS y la niña observan los kulaks abandonados que hay a ambos lados del camino, son pocos y toscos pero hacen lo que niegan los fuertes, salvar la vida a los hombres. Los rayos del sol se deslizan furtivos entre los huecos de las copas de los árboles, como si fuesen peces que no temen a la red del pescador, para acariciar a estas lúgubres casas. Refugio de cazadores y guardabosques, que al igual que las abuelas solamente reciben la visita de su prole ingrata cuando esta se ve necesitada de favores.
Karenina se ha cansado de juguetear con las orejeras del sombrero y finge interés por la absurda complejidad del mundo adulto , pregunta a su hiwi.
-¿Por qué se os emborracháis los hombres?
-Porque somos de naturaleza cobarde y solamente así somos capaces de decir aquello que sentimos.
-Entonces, ¿estar borracho es bueno?
-Depende del alcohol con el cual te emborraches.-  el SS se detiene delante de la última cabaña del linde de la cañada, su madera esta terriblemente carcomida por el frio y las termitas, y  su techo de paja ha adoptado  un color marrón debido a la humedad, la cual también es responsable que se éste hundiendo hacia el interior del kulak- Es aquí.
-¿Cómo lo sabes?
-No puede ser en otra parte. Aquí guarda el trineo con los perros- el SS saca de una de sus cartucheras de munición una tosca llave de cobre, la introduce en la cerradura y no es hasta el sexto golpe cuando por fin desiste está en su defensa ante asedio.  La luz de  sol muestra a cuatro animales cobijados entre ellos buscando darse calor mutuamente. Ninguno ladra, las criaturas cuando tienen miedo callan y dejan que sean los acontecimientos quienes decidan si ladrar o morder.
El SS retira la paja podrida que se ha hundido sobre las jaulas en las cuales duermen los perros, convirtiendo de está manera su hogar en prisión. La mirada de los cuatro animales le siguen mientras realiza la incómoda labor. Karenina quiere acariciar a los perros pero su hiwi le espeta al respecto: “todavía no saben que somos amigos”. La desobediente criatura calla; al igual que los animales los niños también intuyen cuando deben hacerlo.


El SS prepara el trineo como buenamente puede, a pesar de su inexperiencia con los trineos el retraso se debe más por la falta de orden y la localización de los materiales de trabajo que por su ineficacia. Uno de los perros está tumbado delante de la puerta del Kulak donde casi muere, los otros tres aún no se atreven a salir.
La pequeña Karenina sale corriendo del Kulak, y detrás de ella se escucha el ladrido de los haskies que permanecen en el interior. La niña pasa por delante de la perra guía, pero esta no le hace nada, pues la asocia como la cachorro de quién la ha liberado, y entre animales es de mala educación matar a los hijos si no hay hambre.
-¿Capullo de aleli se puede saber a qué juegas?
- Mira lo que había en la cabaña de los perros hiwi- Karenina le muestra un plato de madera medio vació con leche.
-No fastidies niña tu escaramuza ha hecho que te manches el abrigo- el SS se quita uno de los pañuelos que envuelven su cabeza y limpia la mancha a Karenina, mientras realiza la acción le espeta- Dame eso, esta leche no te la puedes beber.
-¿Por qué no?
-Pues porque ha pasado la noche con los perros y seguramente estará meada. Además es de los perros y no tuya.
- ¡Pero yo quiero!
- No puedes coger aquello que quieres y no te pertenece, ¿conoces la historia del chacal que cruzó el desierto?- Karenina mira al SS, omite sus ganas de llorar ante la perdida del preciado manjar  y con la cabeza dice que no. El SS se sienta en el trineo y a la niña sobre sus rodillas y así comienza a narrar:

Cuando el tiempo aún se medía mediante la posición del Sol y el calendario tenía otros nombres; un chacal tomó la decisión del pueblo hebreo, cruzar el desierto en busca de la tierra prometida. El astuto animal utilizó, a modo de estrella de Belén particular, una caravana de beduinos. Seguir su marcha le ayudaría a atravesar el vasto desierto, pero debía de tener cuidado. El chacal tenía que mantener las distancias para que no le cazasen; y por las noches vigilar el campamento que los beduinos montaban, durmiendo a intervalos cortos de tiempo. Despertar una mañana y encontrar el sitio del campamento vacío significaba una muerte segura.
Transcurrido un largo e incómodo periodo de tiempo, el chacal por fin consiguió cruzar el desierto. La caravana de beduinos le había llevado hasta una tierra como jamás podría imaginar: un fértil valle con montañas en el horizonte, de las cuales manaba un río, el cual alimentaba a la vegetación del bosque.
El chacal fue feliz en esta nueva tierra, habitada por otros muchos animales como el antílope, el búho, el rinoceronte y el jabalí, pero al que más apreció era al cuervo. Marginado y solitario por naturaleza, hizo migas con él, y el cuervo le mostró donde podía encontrar la madriguera del conejo, la ardilla o del erizo.
Pasó una semana y el chacal, que no estaba acostumbrado a dormir entre tanta abundancia, empezó a volverse caprichoso con la comida. Deseaba algo más grande que huevos de golondrina y pequeños mamíferos. Una mañana rastreando el bosque encontró a un cachorro de león que apenas había empezado a ver. El chacal se abalanzó sobre el indefenso cachorro, le mató y en lo más profundo del bosque le devoró.
Una tarde sombreada, con los rayos del Sol tiñéndose de naranja, el chacal fue a beber en su charca favorita del bosque. No llego a probar trago, pues de entre los matorrales surgió un león. El chacal dio media vuelta e intentó huir, pero una leona se le abalanzó y empezó a devorarlo en vida. Desde lo alto de un árbol el cuervo contemplo la escena y grito: “no eres el único animal que vive en el bosque; deberías haber aprendido a convivir con nosotros antes de abandonar tu tierra”.
-Y así acabo el pobre chacal Karenina – subrayo el SS ante la mirada atónita de la criatura- ,no puedes llegar a un sitio nuevo y violar el orden establecido por quienes esteban antes que tú. Esta leche pertenece a los perros que van a arrastrar el trineo donde iremos nosotros. ¿Comprendes?
-Si hiwi.
La niña saltó de las rodillas del SS para ir a jugar con la perra guía. El SS se llevó el cuenco de leche a la nariz y la olio. “Vaya injusticia”, pensó, “la niña sin leche y éstos cabrones meándose en ella”.
                               

                                           FIN
Pepe Aledo Diz

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