miércoles, 29 de junio de 2011

Sabor a Nutella

Un batido con sabor a Nutella. Sí. Me corroe el deseo de tener uno de esos entre ceja y ceja, servido en un vaso largo y ancho, de esos que no terminan de ser cuadrados pero que son contorneados por piquitos que los dotan de un aspecto singular.
Si pienso en el sitio idóneo para su degustación, me traslado a una de esas esponjosas nubes donde puedes caminar sin practicar el paracaidismo, y el sol reluce como si quisiera achicharrarle la piel al resto de mortales. Las cafeterías gozan de gran confort, pero yo necesito algo mucho más cálido; un clímax de auténtica tranquilidad en el que cerrar los ojos, sentir la plenitud del viento en mis pestañas y  masticar un chicle terriblemente azucarado. Es evidente que la misión de este último es la de formar grandes pompas rosas, y nada más.
¿En compañía de quién? En compañía de nadie, pero no de nada. Cualquier tipo de reproductor de música sirve, aunque sufra anginas de pecho cada cuatro o cinco meses, contradiciendo totalmente a los grandes almacenes que sacaron al mercado. Tampoco estaría mal llevar en los bolsillos uno de esos marcianitos con el pelo largo y de punta y con esa sonrisa tan contagiosa que siempre llevan puesta. Seguro que nunca nadie ha visto a un marcianito hacer una mueca, y mucho menos con una nariz que no se asemeje a la de un judío. Son una auténtica gozada.

Apartado a un lado mi sitio de recreo imaginario y poniendo de nuevo los pies en la tierra, no puedo evitar hablar acerca del señor que me he encontrado esta mañana en el médico.
-Hace poco que han muerto mi padre, mi madre, mi hermana y mis suegros, pero no agacho la mirada porque, en ese caso, yo sería el siguiente.
Cuanta razón tenía. No le temblaba la voz ni el pulso, al contrario que mis palabras en este gallinero, que se difuminan inexorablemente.
Me quedo con él y con otro ser anónimo de avanzada edad que caminaba delante mía con una flor en la mano. Era evidente que la había arrancado de algún parque público, pero eso le daba aún más encanto. Después, me he dedicado a buscar más personas como él, que hiciesen de lo absurdo una delicia.


martes, 28 de junio de 2011

Manda huevos, para un sábado noche que podría estar con Maritere intentando convencerla para comernos las partes genitales; me lo paso en casa de mi tío Fernando cuidando a la pequeña. Bueno, al menos la niña se porta bien, en toda la tarde y lo que llevamos de noche solo he tenido que cambiarla una vez. Yo a su edad llenaba traicioneramente a mi padre de mierda. Ella en cambio con cuatro años ya no usa pañal, eso sí que es un voto de confianza y no el dejar las llaves de casa.
Qué se supone que estoy viendo? Mi prima me dijo que después de la cena dejase a la cría ver una hora de dibujos, ¿es este el canal? “El tres con el uno” me dijo, “el tres con el uno es Disney Channel”. Yo no tendré televisión por cable pero conozco los productos de la factoría Disney, y esto no lo es. ¿Le gustará a la nena esto que estamos viendo? Seguramente si, su pequeña figura sentada sobre el blanco inmaculado del sofá y sus ojos abiertos como platos no muestran signos de actividad cerebral. Aunque también lleva puesto un pijama de Charmander y dudo mucho que sepa de la existencia de los Pokémon, a lo mejor ella es más de Squiertel o Bulbasaur, o prefiere Digimon. Seguro que su madre lo compró sin preguntar antes. No puedo creer que para una vez que tengo un televisor de ochenta y cinco pulgadas delante este viendo a cuatro soplapollas haciendo gilipolleces; el humor de ahora consiste en gesticular, dar brincos y cantar sobre la virginidad que no han perdido, ¿los niños entenderán la trama? Las películas de Disney que yo veía eran geniales, hechas por personas con talento, las cuales también fueron niños y seguramente sus madres les leyeron los clásicos de la literatura antes de ir a dormir. Y no se la agarraban con papel de fumar. Hicieron películas como Bambi, la cual mostró a mocosos como yo la existencia de la muerte y su indiferente naturaleza. Con los Aristogatos vislumbre una de las escenas más calentorras del cine, nunca olvidaré al tío Wualdo, todo mamado, siendo llevado a cuestas entre sus dos sobrinitas, las cuales hacían risitas a los pellizcos lascivos que su tío les propinaba en la pompa. Semejante perversión y genialidad sería imposible de concebir hoy en día, como tampoco creo que los niños conozcan la versión de caperuza roja que me leyó mi madre. Para mí la abuelita y la tierna chiquilla fueron devoradas y masticadas por el fiero lobo, nada de esa mariconada de tragárselas vivas, y luego fueron digeridas y cagadas; y en todo caso la aparición del cazador se limitó a llegar y pisar la mierda. Ahora los libros de cuento son de tres líneas por página y el resto dibujos.
Mi prima me dijo que la acostase a las 21:00 y ya son las 22:25, paso prefiero no enemistarme con la criatura. Angelica que tímida es, lo que me ha costado hacer que se moviese para ir a cenar. No me extraña, sabe que este piso tan bonito es de mi tío Fernando, su abuelo, y que mi prima Nuria es su mamá; y que la razón de que ninguno de ellos este hoy aquí es porque han ido a pasar la noche con el yaio, para ella bisabuelo, que está malito. No sabe quién soy yo, le extraña que este aquí haciendo para ella aquello que es exclusivo de su mamá, y tampoco comprende con que derecho toco las cosas de su abuelo Fernando. Lo lamento hija no es culpa mía que los viejos den tanto follón para morirse. Es lo que toca, jodete cabrón que no me contaste un cuento en tu puta vida. ¿Lamentara la niña tu muerte? Espero que no. Delante mía hay una enorme estantería donde conviven en perfecta paz y armonía el televisor, fotos enmarcadas de tiempos pasados( y que por eso nos parecen mejores), libros que nunca serán leídos, piezas decorativas que quisieron ser arte, y lo más importante setenta y cinco deuvedés todos originales. La mesa de roble sobre la alfombra es mi único obstáculo, fácilmente sorteable.
Hace meses que tengo ganas de ver una película bélica pero no de la segunda guerra mundial, son demasiado propagandísticas, sino del Vietnam. Vietnam tuvo que ser de lo más divertido, siempre que no te matasen ni te mutilaran; las películas sobre Vietnam son los poemas homéricos de las artes gráficas. Podría ver La chupa de chapa, Apocalypse Now, La colina de la hamburguesa, Platoon, y como no Rambo. Al cual no hay que confundir con esa mierda de Desaparecido en combate del pelirrojo ese. La primera tuvo cierta gracia pero ya era de ser demasiado gilipollas el perderse dos veces más en el mismo combate. Lástima que la niña no se duerma, aunque tampoco creo que pasase nada porque viera una peli de guerra. En dos días se le olvidaría lo que ha visto, y además la mierda esta es mucho más traumática qué coño. Me está mirando, ¿quieres algo? Ostias es el móvil, Maritere que oportuno. Me levanto y entonces pasa algo raro, la pequeña se altera y hace un ademán de puchero. El miedo a quedarse sola la hace quererme, pobretica; “tranquila nena me voy al pasillo a hablar por teléfono, así no te molesto mientras ves la tele”. Salgo hacia el pasillo, el resplandor que proviene del comedor es mi única guía, me basta, la luz es a veces demasiado impertinente.
-Maritere, dime.
-Pepe, ¿cómo estás? ¿Oye sabes algo de tu abuelo?
-No, no me han dicho nada. Eso significa que todavía vive.
-¿Cómo está la hija de tu prima?
- Bien no arma follón ni na. Le he dado la cena y ahora estamos viendo la tele.
- Pepe yo ahora no estoy haciendo nada, ¿quieres que me pase?
- Uf, no se Mari. Si no he podido hacerme una paja en el aseo porque me daba cosa con la cría por ahí, el follar ya me resultaría violento.
-¡¿Qué dices subnormal?! Yo digo de ir pa vernos y hablar un rato.
-A bueno, si es pa eso mejor no vengas…..¿Maritere?..................Se ha cortao.
Abandono la oscuridad para arroparme de nuevo en la cálida luz del salón. Encuentro algo que me sorprende, la niña está apoyada sobre sus brazos en el cojín del extremo izquierdo del sofá, el más cercano a la puerta. Me estaba esperando, tenía miedo de que no volviese del pasillo; para los niños el pasillo y su oscuridad es un planeta desconocido, un rio por el cual solo navega Caronte y su soledad. Me mira, no hago nada, ella dirige sus ojos de nuevo al televisor. El programa ha terminado y en breve empezará otro igual de malo, ¿te habrá hablado tu madre de mí? Seguramente no, no me gusta el título de primos segundos. Apago la tele y te cojo en brazos: “vamos a la cama niña, voy a contarte un cuento. Para que el día de mi muerte no te sea indiferente”.

Pepe Aledo Diz.

lunes, 27 de junio de 2011

Automatizo los engranajes

El viento que mece los toldos, hace lo mismo con la cuna; hizo lo mismo con la mía.
Colores sobre el papel, dominando el rosa. No se posicionan de una forma específica.
La maquina de escribir está inquieta como mis neuronas, y no deja de emitir ese ruidito tan característico del rodillo que llega a su fin.
Requiem for a dream, drogas y burbujas dilatándose.
Una lata de Coca-Cola que quita la sed con solo mirarla. Frescor gracias al sudor que emana.
Blanco y negro. Tú eres el Ying y yo soy el Yang. Juntos, la explosión incolora.
Una poderosa secuoya a través de la cual pasa un tren de vapor.
Salir de la madera y el cristal. Escapar a tu nidito de amor y que me achuches.
Tus dientes son igualitos a los del gato invisible que me recordaba a la luna fragmentada.
Dolor que quema, pero por el que no sufro. Me molesta, simplemente eso.
Erupción incómoda sobre la carne rojiza y suave. Hoy no hay beso, tome o no chicle.
Un vestido estampado, con vuelo.
Quiero volar hacia tu puerta y cantarte al oído.
No siempre me gusta el cine, es más, creo que me repugna. Azuloscurocasinegro.

Hasta luego. Puntos suspensivos.

Daniel Carrascosa Costa

jueves, 23 de junio de 2011

Me odia.

Creo que Dios (Yavhe, Ala, Buda...) me odia. Hace unos días fui a limpiar mi coche. Al día siguiente comenzó a llover como si de escupitajos divinos se tratara. Creí escuchar a alguien decirme algo parecido a: Jódase, por ateo. La cosa no queda ahí. Esa noche Yavhe (Alá, Buda, Dios...) mandó a sus secuaces alados. En dos días tenía el coche pasado por agua y lleno de heces de pájaro, una de ellas justo encima del depósito, para que los señores de la gasolinera no salgan a hacer su trabajo fingiendo que es un "self service".

Por otra parte, la siguiente noche Alá (Buda, Dios, Yavhe...) envió a su ejército de tierra, un perro que con sendas pisadas recién pasadas por tierra subió a mi capó y se dio un paseo. Curiosamente, un día después el único sitio en el que pude dejar mi querido Ford Focus estaba junto a una obra por lo visto interminable. Al volver por el coche lo encontré cubierto de la misma arena que el perro había pisado. Manteniendo la compostura arranqué y comencé a conducir hacia Murcia, acalorado. Y a la vuelta fue cuando Buda (Dios, Alá, Yavhe...), culminó su trabajo. Comenzó a salir humo de las rejillas del aire acondicionado. "Tranquilo, tu vehículo será como un microondas, pero tranquilo, hay que ser positivo"-pensé.

Tengo una duda para ese ente celestial y me gustaría que se diera una vuelta por apiernacojida. ¿No tenías a otro cabrón al que joderle el culo?, dentro de unos días te pasaré la factura del mecánico. Diablos, mi vida es increíble.

PD: Perded la compostura, perded la inocencia, perded la virginidad e incluso la vida, pero no perdáis la esperanza...qué cojones, la perdí hace años. ¿Mañana será otro día?, otro día igual.
José Alberto

miércoles, 22 de junio de 2011

Podría disfrazar la muñeca de trapo
con harapos litúrgicos,
pero rechina
el manantial turbio
entre azucenas y nenúfares.

Podría perfumar la quietud
con esencias frutales,
pero apesta
el cadáver viejo
entre entes que son mortales.

Encuentro agónico mi paso
por senderos
que varían su meta,
dependientes del azar
como del viento una cometa.

lunes, 20 de junio de 2011

Arrastro mi cuerpo a través de un océano de matorrales que jamás me devolverá a tus brazos. El astro rey es testigo indiferente de mi naufragio en la vida. La sangre que emana de mis heridas no merece ser lavada como tampoco secado mi sudor. No hay desfiles, ni cohetes que tiñan el  firmamento de venecianos colores para los perdedores.
Mi figura tendida y mutilada es mi único honor, mi cruz de hierro particular. Aquellos que como yo comimos a la vez que dormíamos tranquilos y seguros dentro de la fortaleza que nos pario, pero llegado el asedio pactemos con la oscuridad para abandonar a nuestros hermanos. No merecemos otra cosa que el suplicio de la cruz y del olvido.
Que se atraganten con su propia lengua los hipócritas; ellos desprecian a los gladiadores que tiñen sus espadas de sangre, pero luego rinden pleitesía al emperador.
¡Judas por favor! Besa los labios de aquellos que sufren por amor. Tú aliento no será repudiado, ni siquiera por tu hermano Jesús. Pues la soledad crea extraños aliados.
No creo en la caridad, ella es una máscara que utilizan las malas bestias; aquellas que no devoran lo que matan. ¿Y la justicia? Una excusa para no hacer nada.
Mi respeto se lo concedo al peón de la partida. Cuya única aspiración es defender a su reina, la cual le ignora por ser del mismo color, pero muere devorado por un caballo o alfil; defendiendo a un rey que su lealtad nunca supo merecer.
La herencia que dejo a mi estirpe maldita es: el olvido, la ignorancia sin cura, la soga homicida y secos campos donde las flores más bellas fueron raptadas para morir en peceras de opaco cristal. Ningun carroñero se dignará a mancillar sus fauces con mi carne impía. Si alguna tumba quisiese cobijar mis restos que graben en mi lápida con orina: falso, cobarde, cruel, mezquino… Hombre.

Pepe Aledo Diz

Olvidarme, no

Y si pretendes con tenaz empeño
Seguir indiferente tu camino...
Obedece la voz de tu destino
Que odiarme puedes; olvidarme, no.



Lord Byron

martes, 14 de junio de 2011

Muros de hormigón

Comienzo sincero: he amanecido con mono de tus palabras. Estoy totalmente seguro de que ya no echas vistazos furtivos a lo que moldeo con estas manos de santo. Será por eso que no me esmero lo más mínimo, y he perdido esas facultades que me caracterizaban ante tu atenta mirada.

Me encanta saber que te evades a ratos, que yo soy la bala perdida y que nunca perdiste la consciencia; si te soy sincero, yo nunca la encontré. Soy un ave de paso, como el maestro Manolo y, como a él, a mí también me desagrada la idea de morder el polvo. Lo dije en verso y ahora lo repito en prosa con el pulso nervioso y la euforia de capa caída. Además, tengo la sesera llena de conceptos absurdos que, dentro de un par de puestas de sol, serán pasto del recuerdo inexacto; de la nada.

No encuentro nada más apetecible en estos momentos que traspasar estos muros de hormigón que entrecortan mi frenesí. Y no me refiero a lo físico, creo que los que han intercambiado conmigo más de una idea tienen este punto bastante clarificado. Todos los días  visualizo con atención el diálogo de El indomable Will Hunting en el que Robbin Williams reflexiona sobre el conocimiento y la experiencia con el ya no tan joven Damon, y ardo en deseos de caminar hacia ningún lugar, simplemente para hacerme una pequeña idea sobre el olor de la libertad absoluta. Me he cansado de interpretar,  de imaginar, de visualizar. Me conformo con sostener entre mis manos un pequeño ramo de flores silvestres, de las que crecen al borde de la carretera y son salvajes por naturaleza.

¿Qué mejor manera de asesinar a la monotonía?



Daniel Carrascosa Costa.

domingo, 12 de junio de 2011

Una Fábula para Isabel.

             Una gris tarde de un día perdido en el calendario, los animales de la selva se reunieron al pie de la montaña, cercana al cementerio de elefantes. Todos los animales se encontraban inquietos pues no era natural que el león, rey por la voluntad de Dios, reuniese a todo los habitantes del bosque.

              La inquietud se acentuaba por momentos pero desapareció para dar lugar al asombro, y a la más absoluta perpléjidad por igual. La pantera subió al tribunal, y delante de todos los animales del bosque dijo así:

              - ¡ Hermanos! ¡Perdonad mi atrevimiento por haceros abandonar vuestros hogares en el río, las madrigueras, los nidos y las copas de los árboles! Pero es necesario que todos acudaís a este sagrado parlamento; de vosotros solamente depende que las palabras que me dispongo a pronunciar tengan coherencia y efecto:

                 El burro alzó sus orejas, el gorrión se posó sobre la cabeza de la jirafa y la tortuga salió de su caparazón. Todos se interesarón sinceramente por el audaz gesto de la pantera, que continuó diciendo:

               - Desde que era un cachorro, he sido educado en la creencia en que la naturaleza se rige por unas leyes inquiebrantables, necesarias para conservar el equilibrio y la paz. Nunca he discutido ni osado poner en duda la viavilidad de esas leyes, salvo una: ¿por qué consentimos que el león sea el rey de la selva?, ¿quién le coronó? ¿ Por qué hemos de consentir que nos robe la comida y devoré a nuestros cachorros?, ¿ por qué hienas y buitrés consentís que se os rebaje a la existencia de carroñeros? Vuestro linaje es igual de digno, como también lo es el caballo, la grulla o el mono. ¿Por qué temerle? Existen animales más grandes y fuertes como el toro, cuyos cuernos matan leones en la arena de Roma.

                 Al unísono todos los animales expresaron  vivo entusiasmo a las sabias palabras de la pantera. Las aves desde el colibrí hasta el águila batierón sus alas, los mamíferos de rebaño mugieron, el elefante bramó, los primates se golpearon el pecho y brincaron de júbilo; pero la muestra más evidente de éxito fue el silencio del zorro.

                  Paulatinámente el ruido fue cesando. El león había llegado y con él vinó el silencio. Los animales abrían pasillo para dejar pasar al rey. Esté se detuvó cuando llegó al mismo nivel que la pantera. Ambos animales se miraron durante un leve instante. La pantera jamás imaginó este final. El león se avalanzó sobre ella, y en presencia de todos los animales la devoró;  una vez hubo acabado hienas y buitrés comieron los restos. Después de ellos vinieron las moscas y los gusanos, los cuales utilizarón el cuerpo a modo de nido.

                  Nunca te alzés contra el poderoso teniendo cómo única garantía el apoyo de los demás, pues llegado el momento de mirar a las garras de cerca muchos son los que sabiamente se hechan atrás.

      Pepe Aledo Diz.

viernes, 3 de junio de 2011

Bañeras de agua caliente.

"¿ Estás triste?" pregunta su madre, "sí" contesta él antes de colgar el teléfono. De nada sirve mentir a una madre, ellas lo saben todo o al menos aquello que les interesa saber. Él se encuentra cansado, son demasiadas las batallas en las que ha participado: la de la madurez, la de aquella mujer, la de encontrar sentido al absurdo, la de mirarse al espejo cada mañana y no sentir verguenza.

     Él nunca fue ambicioso, pero támpoco quiso contentarse con menos de lo que merecia. "Todo lo que tengas será por tus méritos"; esta frase lucia en su cabeza igual que una cruz de hierro sobre la guerrera de un soldado. Desde niño aceptó que sus padres no eran ricos y que su apellidos eran bastardos, pero no le importaba. Más dulce sabe la fruta cuando el invierno a provocado hambruna. Se había hecho hombre y no tenía méritos, ni cruces de hierro ni fruta.
     El apartamento, en el cual habita su escuálida figura, es pagado cada mes gracias a la caridad de sus progenitores. Descalzo abandona el salón, camina sobre las frias losas que forman el suelo, las paredes llenas de manchas provocadas por la humedad son testigos mudos de como llega a la cocina; grande, vacia y antigua, apaga un fogón y con mucho cuidado quita una olla llena de agua hirviendo. Avanza hacía el cuarto de baño y vierte en la bañera el agua caliente, está se abraza con su homóloga fría, dando lugar de está forma un duelo por someter una a los designios de la otra. Deja la olla vacía en el lavabo, se quita los calzoncillos y desnudo se sienta en el borde de la bañera. Sumerge la punta de los dedos de su mano derecha en el agua. Mueve la mano en círculo provocando ondas que le transmiten recuerdos. Recuerdos de una niñez, en la cual jamás llegó a imaginarse hecho hombre o al menos no el hombre que es. Él se atrevió a soñar que sería un gran pintor con un estilo propio, que crearía pinturas para regalar al mundo. Pero sus pinturas fueron devueltas. Continuó luchando, sin renunciar a su sueño se matriculo en la universidad para estudiar la carrera de bellas artes. "Viviré del estudio y la enseñanza", pensó, "mientras tenga un sueldo podré pagar las pinturas y los lienzos". Ese sueldo nunca llegó; a pesar de las largas horas dedicadas al estudio, y de creer que la pasión anidaba en su cuerpo, resulto ser un estudiante mediocre por no decir pesimo. El cinco era su salvavidas, lo que para otros era insuficiente él lo ansiaba, necesitaba más que nadie.
   Su cuerpo se sumerge en el agua, se quema, coge la navaja que ha dejado al lado de su único champú. La navaja de asta de ciervo que le regaló su padre, el hombre que le hizó amar la pesca y el mismo que le hizó odiarla. Deja  que pase el tiempo para que el pene se vuelva totalmente lánguido. Abre la navaja, sumerge el filo en el agua y lo coloca encima del mienbro. Ahí donde va no lo necesita, supuestamente los ángeles no tienen sexo. Pasan los segundos, y aunque es consciente que debe cortarse el pene mientras el agua aun está caliente, no puede hacerlo. Acaba de apreciar que la luz natural es mucho más hermosa que la artificial. Encima de su bañera ahí una minúscula ventana translúcida que da al patio de luces; esa ventena le muestra un mundo gris y triste. Suelta la navaja, la cual se hunde en el fondo, y sonrríe: ha comprendido. Comprendido que vale la pena ver el Sol asomar por esa translúcida ventana.      

Pepe Aledo Diz

jueves, 2 de junio de 2011