domingo, 12 de junio de 2011

Una Fábula para Isabel.

             Una gris tarde de un día perdido en el calendario, los animales de la selva se reunieron al pie de la montaña, cercana al cementerio de elefantes. Todos los animales se encontraban inquietos pues no era natural que el león, rey por la voluntad de Dios, reuniese a todo los habitantes del bosque.

              La inquietud se acentuaba por momentos pero desapareció para dar lugar al asombro, y a la más absoluta perpléjidad por igual. La pantera subió al tribunal, y delante de todos los animales del bosque dijo así:

              - ¡ Hermanos! ¡Perdonad mi atrevimiento por haceros abandonar vuestros hogares en el río, las madrigueras, los nidos y las copas de los árboles! Pero es necesario que todos acudaís a este sagrado parlamento; de vosotros solamente depende que las palabras que me dispongo a pronunciar tengan coherencia y efecto:

                 El burro alzó sus orejas, el gorrión se posó sobre la cabeza de la jirafa y la tortuga salió de su caparazón. Todos se interesarón sinceramente por el audaz gesto de la pantera, que continuó diciendo:

               - Desde que era un cachorro, he sido educado en la creencia en que la naturaleza se rige por unas leyes inquiebrantables, necesarias para conservar el equilibrio y la paz. Nunca he discutido ni osado poner en duda la viavilidad de esas leyes, salvo una: ¿por qué consentimos que el león sea el rey de la selva?, ¿quién le coronó? ¿ Por qué hemos de consentir que nos robe la comida y devoré a nuestros cachorros?, ¿ por qué hienas y buitrés consentís que se os rebaje a la existencia de carroñeros? Vuestro linaje es igual de digno, como también lo es el caballo, la grulla o el mono. ¿Por qué temerle? Existen animales más grandes y fuertes como el toro, cuyos cuernos matan leones en la arena de Roma.

                 Al unísono todos los animales expresaron  vivo entusiasmo a las sabias palabras de la pantera. Las aves desde el colibrí hasta el águila batierón sus alas, los mamíferos de rebaño mugieron, el elefante bramó, los primates se golpearon el pecho y brincaron de júbilo; pero la muestra más evidente de éxito fue el silencio del zorro.

                  Paulatinámente el ruido fue cesando. El león había llegado y con él vinó el silencio. Los animales abrían pasillo para dejar pasar al rey. Esté se detuvó cuando llegó al mismo nivel que la pantera. Ambos animales se miraron durante un leve instante. La pantera jamás imaginó este final. El león se avalanzó sobre ella, y en presencia de todos los animales la devoró;  una vez hubo acabado hienas y buitrés comieron los restos. Después de ellos vinieron las moscas y los gusanos, los cuales utilizarón el cuerpo a modo de nido.

                  Nunca te alzés contra el poderoso teniendo cómo única garantía el apoyo de los demás, pues llegado el momento de mirar a las garras de cerca muchos son los que sabiamente se hechan atrás.

      Pepe Aledo Diz.

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