sábado, 6 de octubre de 2012

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Mi estómago parece el caldero de una bruja que no cesa de burbujear incesantemente. Siempre ocurre lo mismo cuando sé que se acerca un momento de sociabilización,  aunque en este caso se trate de caminar hacia la zona oscura. No sé ve absolutamente nada, y ello hace que los pinchazos abdominales sean triplemente mayores. Creo que de un momento a otro me voy a desmayar; mis párpados ya son esclavos de una gravedad superior que los empuja hacia el piso. Quizá... yo... (habla la lengua de trapo).

¿Podré tomar esa puerta y no decaer ante la presión y la asfixia? Allí abajo la temperatura ambiental es altísima pues los moradores de ese lugar tan inerte emiten un calor sobrehumano que yo nunca experimenté en mis propias carnes y que me abruma completamente.

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