miércoles, 27 de abril de 2011

Macho español

Sé que no este blog se encuentra condicionado por una serie de turnos en la que, en este momento, no participo. La magnitud de los hechos ha sido la que me ha traído casi por obligación a este pozo sin fondo de palabras necias, que rompe con lo esperado a cada momento. Por otro lado, el clásico del fútbol español -con el permiso de algunos y algunas- esta a punto de dar el pistoletazo de salida: el tercero en lo que llevamos de mes. Una fiesta, sin duda, para aquellos que llevamos el fútbol impregnado en el ADN, y casi en las entrañas, pese a que los sectores juveniles más actuales y rebeldes de "intelecto poderoso" se empeñen en que los que disfrutamos del deporte rey  somos pueblo llano falto de sesera. Me hacen gracia. El mediatismo que arrastra consigo también es, a mi parecer, detestable, y no hablo solamente del fanatismo severo que algunos hinchas llevan a cabo a través de innumerables actos vandálicos, sino también de los sueldos desorbitados que se acontecen. La cantidad de dinero que mueve me parece excesiva, encontrándonos en una situación económica tan delicada, con familias que combaten cada día con la escasez, provocada por el tan alto número de población parada que atormenta a nuestro país. Pero, ¿qué hay de aquellos que nos sentamos delante del televisor cada vez que unos hijos de puta nos dejan deleitarnos con un partido en abierto? Somos una gran mayoría los que disfrutamos del espectáculo que se nos brinda; sin necesidad de comprar prensa deportiva; sin venerar a los que nos hacen disfrutar, pero apreciando su talento innato; pasando de piques absurdos y colores vacíos de tez e indumentaria. Todos nos acordamos de aquel mundial que nos hizo llorar de alegría, y que lo sigue haciendo a través de imágenes de archivo y de momentos que nos trasladan al gol de Iniesta, como el emotivo programa especial del Informe Robinson. Todos éramos la roja, y el patriotismo volvió a las fachadas de nuestras viviendas; unión absoluta, sin duda alguna.

Me declaro, pues, Mister Ignorancia para vuestro deleite, pero también me quito el sombrero. ¡Viva el fútbol! (Ha sonado vulgarísimo, me encanta).

En realidad me he enganchado al teclado porque mi vieja me ha dicho- o mejor, ordenado- que me depile las piernas. Cuando era un preadolescente vivía en Mátrix, y claro, mal acostumbré a mi cincuentona favorita a esta clase de juegos estéticos tan de moda hoy entre los hombres. Sí, soy un prejuicioso y un antiguo, de ésos que piensan que las señoras tienen que ir acicaladas hasta los topes por el simple hecho de ser señoras, y que los machos (¿machos?) podemos permitirnos el lujo de dejar nuestro bello corporal aunque sea antihigiénico y dañino para la vista. O quizás no sea así,y simplemente busco mi comodidad, agarrándome a cualquier clavo ardiendo.

En los últimos tiempos, he adquirido una serie de nada apreciados prejuicios hacia la homosexualidad, cosa que no comprendo. No me enorgullece decir ésto para nada, pero supongo que me quito un gran peso de encima al admitirlo en un lugar más bien público, donde la intimidad dejó de existir hace algún tiempo (Fuen lo sabe). Si me lo permiten me gustaría excusarme: no es que sea un homófobo, todo lo contrario, siempre he tenido unas ideas más bien liberales respecto a estos temas tan a la orden del día, el problema es del entorno, de la sociedad, que me ha inculcado un rechazo hacia lo diferente. Pero, entonces, la vida te hace chocarte con una de esas experiencias inesperadas que se adquieren a base de casualidades. y de mezclarte un poco con la people. No hace mucho, me vi inmerso en una fiesta -llamémosla familiar- en la que habían varias parejas gays, además de un par de solteros de oro. Me dejé llevar por la situación, y me encontré comodísimo en un ambiente completamente diferente de lo que estaba acostumbrado, del que me llevé una serie de buenos ratos. A decir verdad, creo que jugué el mejor partido de tenis de mi vida, a cambio de unas zapatillas que acabaron teñidas de rojo, pero ésto no me importa lo más mínimo. Me encantó aflojar un poco las tuercas de esta tosca cabeza de abuelete que combatió en la Guerra Civil como sublevado, para comenzar a colocar unos preciosos muebles fabricados con respeto, con humanismo, con Erasmo.

Creo que no me queda nada por contar, la cama me espera. Dejó una canción que está sonando en mis oídos diariamente desde hace unos pocos días, de esas que ignoramos cuando recorremos de punta a punta las pistas de un álbum que, en un principio, no era santo de nuestra devoción, y una cita para la reflexión:

"La libertad del hombre no es sino la necesidad contenida en su interior".





Por: Dani C.

2 comentarios: