sábado, 7 de mayo de 2011

Huyó tanto que...

Ya no sabía qué hacer. A la desesperada y sin saber por qué comenzó a correr hacia el horizonte. Si veía una montaña, la escalaba. Si entraba en una ciudad, buscaba algo de agua y alimento y continuaba. Pero hay cosas que no se pueden evadir. Corrió hasta que pudo y no encontró la manera de huir de ella. Puede que sus recuerdos le atormentaran, pero no. Su sino, su rumbo, estaba marcado por completo. Hay cosas que no se pueden evadir. Dicen que cruzó un mar a nado. Dicen que pisó los 5 continentes. Dicen que nunca se cansaba de huir. Tantas cosas se dijeron de él que puede decirse que estaba hecho de palabras.
Un día, mientras seguía su incansable huída, paró a ver uno de los más bellos paisajes imaginables (dejaré que seáis quienes elijáis cuál es dicho paisaje). Por un segundo dejó de pensar en ella y pudo ver cómo el mundo te puede dar maravillosas oportunidades de disfrutar el momento. A los pocos minutos apareció un hombre que con cortas pero sendas palabras dijo:
-Oye, chico. ¿En serio opinas que merece la pena huir así de lo imposible?
Y él, que apenas había hablado desde que comenzó a huir contestó:
-No necesito que merezca la pena. Huyo porque…-y miró dubitativo al cielo.
En un instante se dio cuenta de que ya había sorteado el mayor obstáculo con tan sólo quedarse parado. Había conseguido olvidar por qué huía. Miró a su lado y el hombre que le preguntó ya no estaba. Dirigió sus ojos hacia sus manos y observó cómo en un instante se arrugaron. El tiempo perdido estaba comenzando a correr. En un abrir y cerrar de ojos había envejecido. El paisaje se tornó gris y mustio. No pudo hacer más que acostarse en el suelo y cerrar los ojos. Recordó de qué escapaba. Así fue como Átropos cortó el hilo de su vida. De esa manera ella le alcanzó. Puedo contaros lo último que pensó:
“Huí tanto de la muerte que olvidé que los momentos felices pueden existir aunque el fin sea el mismo para todos.”
Disfrutad. No dejéis que vuestro momento más feliz sea el último.
José Alberto

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