Un día, mientras seguía su incansable huída, paró a ver uno de los más bellos paisajes imaginables (dejaré que seáis quienes elijáis cuál es dicho paisaje). Por un segundo dejó de pensar en ella y pudo ver cómo el mundo te puede dar maravillosas oportunidades de disfrutar el momento. A los pocos minutos apareció un hombre que con cortas pero sendas palabras dijo:
-Oye, chico. ¿En serio opinas que merece la pena huir así de lo imposible?
Y él, que apenas había hablado desde que comenzó a huir contestó:
-No necesito que merezca la pena. Huyo porque…-y miró dubitativo al cielo.
En un instante se dio cuenta de que ya había sorteado el mayor obstáculo con tan sólo quedarse parado. Había conseguido olvidar por qué huía. Miró a su lado y el hombre que le preguntó ya no estaba. Dirigió sus ojos hacia sus manos y observó cómo en un instante se arrugaron. El tiempo perdido estaba comenzando a correr. En un abrir y cerrar de ojos había envejecido. El paisaje se tornó gris y mustio. No pudo hacer más que acostarse en el suelo y cerrar los ojos. Recordó de qué escapaba. Así fue como Átropos cortó el hilo de su vida. De esa manera ella le alcanzó. Puedo contaros lo último que pensó:

Disfrutad. No dejéis que vuestro momento más feliz sea el último.
José Alberto
muy bueno éste. me ha gustado mucho.
ResponderEliminar