sábado, 22 de octubre de 2011

Ni siquiera tienen título los pensamientos de un enfermo que no alcanza a dar con el detonante de ese algo que se traba. Si miro al pasado mis papilas gustativas son invadidas por una amargura que recuerda al vinagre más ácido, al más amargo, pues no estoy precisamente orgulloso de ese retrato adolescente que guardo en mi desván de los enseres carcomidos y tampoco el tuyo es ningún Éxtasis de Santa Teresa; pero sí una Habitación de Van Gogh quizá, y me muero nada más entrar. Solo se me ocurre una solución: esta noche seré una hechicera sin verruga y la fórmula secreta de mi pócima será la proporción exacta de vino y Coca-cola en mi caldero de plástico con capacidad para un litro de brebaje. Aún así, no quiero que te vayas.

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