viernes, 15 de julio de 2011

El viejo del parque

Sí…Todavía puedo recordar su atenta mirada a las palomas del parque. Pobre desgraciado, nadie creía sus absurdas batallitas de guerras hipotéticas en las que él mataba con sus puños a treinta y cinco franceses, el último de los cuales, según decía, tenía un tigre como mascota, al cual también ejecutó de una pedrada en la nuca. Quizás fuera cierto, pero a todos nos parecía una locura. Algunos le llamaban “cuernos”, por culpa de su tercera mujer. Algunos le llamaban  “albino”, por su pajiza piel. Y otros  “ojos rojos”, no hace falta decir por qué. Él reunió los tres motes para afirmar que era hijo del diablo, lo que fue el causante de todo lo que le ocurrió.

Todo empezó el uno de agosto de mil ochocientos treinta y tres. Tal como él contaba, a sus ciento setenta y siete años no era capaz de comprender cómo la gente “normal”, moría con ochenta y cinco años. La explicación la remontaba a sus cuatro años, edad en la cual recibió un golpe de un meteorito del tamaño de una bala en la pierna, que le otorgó súper poderes tales como la prolongación de la vida, súper fuerza, calzoncillos por encima de los pantalones, lanzar bolas de fuego por las manos y púas por los pies. Su primera mujer, una enana circense checoeslovaca que murió atravesada por una de ellas, disfrutaba como una cochina con las púas de sus pies, lo cual, evidentemente, acabó por pasarle factura.  Su segunda mujer, fue una rusa a la que ordenaron asesinar al viejo cuando le comenzaron a tratar como arma biológica. A pesar de que amaba a la pobre chica, no tuvo piedad. Prefiero no contar lo que le hizo. La tercera, una española, guapa, inteligente, a lo sumo perfecta…acabó por acostarse con otro, lo que hizo que a nuestro viejo le diera una depresión de dos años que consiguió subsanar por medio de prostitutas.

Todo terminó el tres de marzo de dos mil diez. Él decía que su poder apenas tenía límites, hasta que un día la policía le arrestó por escándalo público, ya que se bajó los pantalones en medio de la plaza del pueblo para mostrar a todos los niños su mayor súper poder. Esa noche la pasó en el calabozo y al poco tiempo fue procesado y encerrado en la cárcel por acoso sexual a menores. A la siguiente semana desapareció. Su celda quedó vacía. Me habéis tratado como un loco, y ahora os demostraré quién soy, jamás volveré a aparecer ante vuestros ojos. A los pocos días se descubrió al cadáver  en un descampado cercano al centro penitenciario.

Nadie sabe de qué murió ni si sus historias eran ciertas, ni tan siquiera se supieron ni se intentaron interpretar, pero consiguió lo que ningún otro en el lugar: Ser recordado.

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