domingo, 24 de julio de 2011

                                            TRIUNFO.
“Recuerda que solo eres un hombre, y por lo tanto tu gloria es efímera”. Susurro estas palabras a tu oído mientras el carro de guerra nos lleva al templo de Marte.
Roma entera se ha maquillado para ti; y paradójicamente sus habitantes acostumbrados a pasar hambre, hoy se visten con telas orientales.
Los enamorados lanzan a tu paso las flores que hurtaron para la amada; y tus caballos de guerra las pisan y defecan, al igual que las enamoradas para las que estaban destinadas.
Tus legionarios se auto engañan pensando que la aclamación popular compensa el sufrimiento pasado y los años perdidos; pero ambos sabeis la verdad, aunque intenteis enterrarla. Ninguna patria de hombre merece las perdidas sufridas.
No me mires así; soy consciente de que me estoy excediendo pero no puedo evitarlo. Ya mandarás azotar al esclavo en otro momento, ahora escucha la verdad que neutraliza a los vitores que quieren adormilar a tu razón.
No has salvado a Roma, solo has prolongado su agonía, tus méritos y el sufrimiento que ellos te causaron no son menores que el de otros grandes hombre que vinieron antes que tú, pero tampoco eres mejor que aquellos que permanecen a la sombra.
Unos denominarán a tus victorias de genocidas, otros de muestra de maestría militar. Ni la una ni la otra predominarán; en su lugar se alternarán launa con la otra; según el lugar, la época y los intereses de quiénes estudien o manipulen tu obra.
Cruzamos el último tramo de tu paseo triunfal, ¿notas cómo los vítores cesan paulatinamente? Mañana convertirá al hoy en ayer, y tu gloria se reducirá a la causa por la cual muchos padecen resaca. En esto ha quedado vuestra obra mi general, que es a la vez mi gloria y mi desastre: En nada.
Pepe Aledo Diz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario